La fotografía nocturna es una disciplina más o menos compleja, que requiere mucha práctica y que, además, se ha reinventado bastante con el mundo de la imagen digital. Los actuales sensores, sean CCDs o CMOS, presentan una serie de características particulares que la película ordinaria no poseía, y a su vez, carecen de otras. Esto no es de por sí ni mejor ni peor que antes, ya que el nuevo medio permite obtener fotografías nocturnas de calidad siempre y cuando conozcamos un poco hasta donde llegan sus límites. En cualquier caso, y antes de continuar, debe ir por delante no soy una autoridad en la materia, así que este minitutorial sólo puede considerarse como una colección de trucos de «andar por casa» que a mí me dieron y me siguen dando buenos resultados (siempre utilizando una réflex digital), pero no una revisión exhaustiva ni infalible del tema, que daría tanto de sí como para escribir un libro completo.
El ruido digital.
En general, el primer problema con el que podemos enfrentarnos en este campo trabajando con una réflex digital es la presencia masiva de ruido cuando realizamos exposiciones de varios minutos, ya equipe nuestra cámara un CMOS o un CCD (aunque el comportamiento de estos últimos, en general, es peor para lo que nos ocupa). El ruido digital se produce por un fenómeno de interferencia y no es el objeto del artículo de hoy, pero debemos tener muy presente que, como dijimos, aumenta en gran medida al prolongar el tiempo de exposición y que también está íntimamente relacionado con la temperatura del sensor (en última instancia muy ligada a la temperatura ambiental a la que decidamos disparar nuestra toma), de tal manera que cuanto mayor sea ésta el nivel de artefactos también se incrementará. Cuando planifiquemos una salida partiremos con más probabilidades de éxito si la temperatura del entorno está fresca o realmente fría. Por tanto, los mejores resultados se suelen obtener por el invierno y en las zonas geográficamente ubicadas más al Norte.
El tipo de sensor de nuestra máquina es también algo bastante importante. A día de hoy los mejores comportamientos los obtenemos con las réflex digitales Canon y sus famosos CMOS. Tras ellas se encuentran los equipos del resto de marcas, siendo quizá las cámaras Olympus las más propensas a sufrir las peores consecuencias tras una larga exposición. En general el problema más llamativo suele ser la presencia de píxeles calientes en nuestras fotos, que a efectos prácticos no son más que píxeles muy brillantes que surgen en determinadas zonas de nuestra imagen (en el peor de los casos puede estar plagada de ellos). Afortunadamente hoy en día la gran mayoría de fabricantes incorporan sistemas para la eliminación de los mismos en la propia cámara a la hora de registrar la fotografía y los resultados suelen ser plenamente satisfactorios. Sin embargo, muchos modelos basan el proceso de supresión en la toma de una segunda fotografía con el obturador cerrado pero de la misma duración que la original, para, una vez mapeadas las calenturas, eliminarlas con seguridad. Este método hace que la cámara esté inoperativa un buen lapso de tiempo una vez tomada nuestra foto, algo que puede llegar a ser muy incordiante.
Además, para realizar este tipo de trabajos se hace prácticamente indispensable disparar en formato RAW. La explicación en este caso es muy sencilla: muchos de los actuales programas de procesado, como el Adobe Camera RAW, son auténticos maestros en la eliminación de píxeles calientes (y ruido digital en general). El mero hecho de cargar en ellos nuestra fotografía con la configuración del software por defecto conllevará la supresión automática de los mismos, ahorrándonos a nosotros muchas horas de trabajo ingrato. Hemos mencionado el ACR como el programa «estrella» para el usuario de a pie que haga foto nocturna porque la eliminación de estos artefactos con él es instantánea, sin que medie nuestra intervención personal, pero también se puede lograr sin excesivas dificultades con otro tipo de software de procesado.
En resumidas cuentas y para abreviar… trabajando a una temperatura de unos cero grados se pueden lograr exposiciones de muchos minutos con muy bajo nivel de ruido a ISO100 y utilizando una vieja Canon EOS 300D. De la 350D, la 20D o la 5D puede decirse lo mismo. La serie 1D trabaja igualmente bien siempre que usemos las MarkII. Sin embargo, es de esperar que empleando otras marcas puedan hacerse fotografías equivalentes a esa temperatura sin problemas (aunque no lo he comprobado personalmente). En general, un tiempo de exposición mayor de cuarenta y cinco o sesenta minutos trabajando en digital ya no resulta muy recomendable, y a partir de aquí los resultados ya son más imprevisibles, aunque con el algoritmo de reducción de ruido activado en la propia cámara podríamos probar (mejor por el invierno). En caso de exposiciones extremadamente largas la utilización de una empuñadura que aloje dos baterías (si nuestra máquina dispone de ella), puede llegar a ser indispensable. Sin embargo, para realizar tomas de hasta una hora podemos trabajar con un sólo acumulador sin problemas. Recordemos que si vamos a estar situados en zonas muy frías debemos llevar las baterías convenientemente resguardadas ya que las bajas temperaturas acortan la duración de las mismas. En cualquier caso, tampoco hay que dramatizar: en la mayor parte de ocasiones podremos hacer trabajos de calidad con exposiciones de tan sólo unos pocos minutos y, en general, sin llegar a la media hora.