Por definición -muy tópica- fotografía es “escribir (o dibujar) con luz”. La luz es el material bruto sobre el que trabajar para un fotógrafo. Los tratados clásicos de fotografía establecen tres propiedades básicas para la luz: la calidad, la dirección y el color. Un buen fotógrafo debe conocerlas, aprender a controlarlas y en algunos casos a modificarlas. En el caso de la luz natural eso significará paciencia para esperar el momento adecuado, y en el caso de luz fotográfica artificial, existirán otras alternativas. Tal y como decía Ernst Haas, no existe una luz mala, sólo es luz. Aquí no hablaremos de luz mala o buena, si no de la luz apropiada para cada propósito creativo. Pero además de las propiedades de la luz, que estudiaremos en detalle, también debemos conocer bien como responde nuestro medio. Las películas fotoquímicas, y los sensores digitales, no ‘ven’ la luz del mismo modo que nuestros ojos y es necesario conocer muy bien esa respuesta.

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De las propiedades que hemos hablado, trataremos primero la calidad de la luz, y de acuerdo con ella clasificaremos la luz en dura y luz suave o difusa, insistiendo de nuevo que ninguna de las dos es buena o mala, sino adecuada -o no- a nuestros propósitos. Esta propiedad depende únicamente del tamaño de la fuente de luz en proporción a la distancia al sujeto. Una fuente puntual y lejana producirá una luz dura, mientras que una fuente grande y cercana producirá una luz suave. Esto se verá prestando atención a la naturaleza de las sombras, en cuanto a la dureza o suavidad de los bordes, su tamaño, dirección y densidad. Existirán muchas situaciones en las que una fotografía sólo es posible con un tipo de luz, o en las que la luz es la protagonista en sí misma.

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La luz dura, que produce un día soleado o un flash desnudo, define las formas provocando grandes contrastes. Los fotógrafos de paisaje tradicionalmente han evitado las horas centrales del día por este motivo. Sin embargo los modernos sensores digitales, capaces de capturar contrastes cada día mayores, permiten trabajar mejor con luz dura dando un mayor detalle en las sombras profundas y las luces altas, y existen cada vez más fotógrafos explorando este terreno. La luz dura hace en ocasiones que los colores se aprecien peor, bajando su saturación. Emocionalmente nos puede transmitir dureza, agresividad.

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La luz dura provoca sombras definidas que pueden convertirse en el protagonista mismo de la imagen.

La luz difusa es por definición luz que no proviene de un único punto ni en una única dirección. La suavidad de las sombras ofrece, al contrario que la luz puntual, transiciones más graduales en éstas y colores más saturados, pudiendo crear ambientes más íntimos con una sensación de paz y tranquilidad. Puede tener una dirección predominante produciendo una sombra suave, o ser casi homogénea, perdiendo la sensación de volumen. Hay muchas situaciones que producen una luz difusa: un día nublado, una zona en sombra, una gran ventana de luz de estudio, una tela translúcida o una ventana sucia tamizando la luz solar, o la luz rebotada en cualquier superficie que no se comporte como un espejo. Los días nublado son por eso los mejores en ocasiones para la fotografía de viaje o social en la que no podemos elegir la hora del día para hacer las fotografías.

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La luz suave suele ser la preferida en la fotografías de fauna y flora, y en la fotografía de macro.

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Sin embargo existen otros ejemplos de situaciones en las que la luz dura se hace protagonista. Lo mismo se puede aplicar a cualquier disciplina, saltándose las normas o ‘thinking sideways’.

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Texto: wiggin | Fotografías: nodroc74, juanito, nati, PepinGM, alzue, Juanjo Fernández, stone, kowalski, sRGB, tejeqteje, jansbd, alejiga, jgutial, buenagana, craftz, rotiA

Publicado por Félix Sánchez-Tembleque | wiggin