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La verdad sea dicha que, hasta que no salió la noticia de la exposición realizada en el Jeu de Paume de París sobre la estancia de Centelles en el tristemente famoso campo de refugiados francés de Bram, no había tenido más que leves referencias a su trabajo. Me impactó como, gráficamente, contó las calamidades que tuvieron que pasar los refugiados españoles en ese país. Para mi una gran descubrimiento de una figura que no tiene nada que envidiar a uno de los fotógrafos más conocido de esa época: Capa.

De hecho le han comparado con él. Y no es ninguna barbaridad hacerlo.

Nació en Valencia en 1909, pero cuando él tenía tan solo un año, sus padres se trasladaron a Barcelona a trabajar.

A la edad de 15 años entró como aprendiz en el laboratorio del fotógrafo barcelonés Ramón Baños, aprendiendo la técnica de retratos, después en el de Josep Badosa, quien le enseño a dar sus primeros pasos en el fotoperiodismo. Inquieto e innovador, trata de evolucionar en su técnica. En 1934 empieza a trabajar por su cuenta, siendo uno de los primeros que comenzó a utlizar una Leica de paso universal, mucho más versatil que las pesadas cámaras de placas, dándole una mayor libertad para trabajar. Trabajó para el Diari de Barcelona y La Vanguardia. Estos años tan colvulsos, previos al comienzo de la guerra, son una época fructífera en su trabajo.

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Al inicio de la Guerra Civil, Agustí se encontraba realizando su labor periodística en el mismo Barcelona, lo cual le hizo ser testigo directo de los sucesos acaecidos en los días posteriores al 18 de Julio. Suyas son las fotografías más impactantes y gráficas de lo que allí sucedió.

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Fue destinado a Aragón para seguir fotografiando. Como reportajes renombrados tiene el de la toma de Teruel y la batalla de Belchite.

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Al acabar la guerra, como otros muchos republicanos y antifranquistas, tuvo que exiliarse a Francia llevandose, en una maleta, los negativos que consideró más interesantes o sensibles a que cayeran en manos no deseadas. El resto fue confiscado por el ejercito golpista. Tuvo que pasar por diversos campos hasta llegar al de Bam, campo cercano a Carcassonne. Allí pudo hacerse con un pequeño laboratorio, donde pudo documentar la dura vida del campo de concentración.

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En el año 1942 contacta con la Resistencia francesa y colabora con ellos haciendo fotografías para las documentaciones falsas. En el año 1944 caen algunos miembros de la resistencia y el laboratorio es desmantelado. Centelles cree que es el momento de volver a Cataluña y todos los negativos son guardados en una buhardilla de Carcassonne, propiedad de la família que le había ayudado en su exilio. Prefirió dejarlos allí para evitar represalias con las personas fotografiadas si los negativos caían en manos franquistas. Una vez en Cataluña, vive en la clandestinidad durante dos años hasta que en 1946 se presenta ante las autoridades españolas. Es detenido, juzgado y queda en libertad condicional.

Al querer dedicarse de nuevo al fotoperiodismo, le es denegada la licencia por su pasado político y, desgraciadamente, condenado al ostracismo más absoluto durante muchos, muchos años. Para sobrevivir se dedica a la fotografía industrial y publicitaria.

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Al acabar la dictadura, se traslada a Carcassonne para recuperar los negativos que dejó allí hacía 32 años.

Agustí Centelles pudo de nuevo exponer esas imágenes, descubriendo al mundo uno de los fotorreporteros más brillantes del siglo XX. En compensación a tan innoble olvido se le concedió en Premio Nacional de Fotografía el año 1984.

Falleció en Barcelona el año 1985. Vaya desde Caborian nuestro mayor reconocimiento hacia un fotógrafo con mayúsculas que supo ejercer su trabajo en condiciones muy duras, sin perder un ápice su compromiso hacia la sociedad en la que le tocó vivir.