Un reportaje de Gonzalo Gómez Gómara –Chapi-
Hola otra vez…, en esta ocasión, conseguí el permiso para entrar en un astillero mientras reparaban un barco. La cita era con una semana de antelación, y como volví de viaje en la madrugada del lunes de la cita, no pude comprobar un e-mail en el que me recomendaban retrasar la cita, pues los dos barcos que se hallaban en los diques, acababan de zarpar el sábado.
Con cara de tonto y habiéndome plantado allí a la 6,30 de la mañana (quería hacer alguna foto de noche), estuve a punto de marcharme, cuando uno de los operarios me advirtió que si volvía sobre las 9 de la mañana, quizá viera entrar un barco que llegaba a reparar. Así que decidí quedarme hasta la llegada, pues no trabajaba hasta las 9,45 y mientras, aprovecharía que llevaba el trípode para hacer alguna toma con la luz del amanecer.
Pronto comenzó el movimiento en el astillero, pues las grúas comenzaron a tomar posiciones y la compuerta del dique empezó a abrirse tirada por un remolcador, lo que se aprecia en esta breve secuencia de fotos. Aclaro que la compuerta se mueve solo para la entrada y salida del buque, pues para par vaciar el dique o inundarlo, se hace a compuerta cerrada pero abriendo o cerrando unos compartimentos interiores que controlan el paso del agua
Al poco de salir el sol, con una preciosa luz que la bruma tamizaba, comenzó a verse llegar un vistoso barco rojo, el North Ocean 103, buque que se dedica a la construcción de plataformas en alta mar y al cableado marino, entre otros trabajos y cuyo aspecto es un tanto peculiar, pues en la proa lleva instalado un helipuerto.
En su llegada por la ría, le ayudaban 2 remolcadores, a muy poca velocidad, pues el escaso calado de la misma no permite despistes.
Al llegar a la entrada al dique, los remolcadores sueltan al barco y lo terminan de “embocar” para terminar siendo guiado por un pequeño bote que le lleva hasta el lugar donde será amarrado con varios cabos tanto por proa como por popa a los distintos norays elegidos a tal fin.
El motivo de que los remolcadores terminen su trabajo a las puertas del dique es que una vez dentro éste, no podrían salir, como vemos hacer al bote por un costado muy justito y “bañado” por uno de los chorros de refrigeración.
Como “desagravio” (aunque yo ya me consideraba muy afortunado por haber visto todo aquello) por no haberme avisado por teléfono, fui invitado a volver al día siguiente a ver alguno de los trabajos, que había sido mi intención inicial.
Al llegar, me encontré con esta “mole” del que destacaba el bulbo, que habitualmente no se ve cuando navegan, salvo cuando van sin carga, que suele asomar un poco. Al parecer, el primer bulbo se construyó por los EEUU para alejar el sonar de sus barcos lo más posible del ruido de los motores y para poder detectar con mayor fiabilidad los submarinos alemanes, descubriendo sorprendidos y de casualidad que de esa manera el barco ahorraba gran cantidad de combustible, sobretodo a velocidad alta.
Como podéis ver por esos tres agujeros que se ven en él, lleva unas hélices laterales que le ayudan en las maniobras. Reposaba apoyado sobre unos bloques de hormigón rematados en madera que previamente han sido colocados por una grúa conforme a las medidas y planos del barco, pues éste debe reposar justo en el costillar del esqueleto de su casco, pues si no, éste podría partirse fácilmente.
Cuando bajé hasta el fondo del dique, ya habían comenzado a chorrear con agua y arena a presión casi todo el casco y solo faltaba la proa. En algunas zonas, la oscuridad es casi total y se ayudan de potentes proyectores.
Igualmente espectacular es la visión de la popa, donde se hallan las hélices que le propulsan y donde ya había bastantes operarios con rotaflex y sopletes reparando los golpes del casco una vez que ya estaba bien a la vista tras haber sido limpiado con el chorro de agua y arena.
Posteriormente, será pintado y por último toda la maquinaria y las hélices pasarán la correspondiente revisión y engrasado.