Os voy a contar la historia de esta foto, aunque sea laaaargo
Después del confinamiento y la historia de los cierres de fronteras, cuando empezó a poder viajarse más tranquilamente, allá por abril-mayo de este año, pensabamos si irnos a una isla del Mediterráneo, Córcega o Cerdeña, en plan tranquilo. Y entonces empecé a ver una serie de sci-fi ambientada en Islandia. Yo ya había estado allí dos veces, pero desde la primera escena de la serie tuve claro que tenía que volver. El convencimiento se convirtió en una necesidad vital y en junio estaba de nuevo allí.
Esta vez alquilamos un 4x4 potente y nos metimos por las tierras del interior, cruzando ríos y eso. A última hora del día, una tarde oscura, ventosa y húmeda, yendo camino de Landmanalaugar, llegamos a Sigoldufoss. Hacía un frio pelón, a pesar de la época, pero yo cogí mi cámara y mi trípode, me enfundé con toda la ropa de abrigo que tenía y fui a por mi foto. Caminé y fuí disparando mientras daba saltos para entrar en calor. Caminé más, y otro poco más, para obtener un buen encuadre de la cascada. Ya había plegado el trípi, y volvía hacia el coche, pero vi otro encuadre y me dí la vuelta, y cuando desplegué de nuevo las patas del tripi me quedé con el trozo de una de ellas en la mano, y el viento se lo llevó. Tuve que bajar hasta un repecho para recogerlo. Soy muy torpe con el trípode y además tenía tenía los dedos congelados, a pesar de los guantes. Me costó un triunfo, unas cuantos intentos fallidos y muchas palabrotas que una señora no repetiría.
Pero al fin, conseguí mi foto:
30mm, ƒ/16, 5s, ISO 50