Aquí tenemos al
"dron" de los
sírfidos. Con sus ojos acebrados —su nombre común es "mosca tigre"—, este
Eristalinus taeniops, es inconfundible.
Al trasluz, en los claros de bosques y senderos, se quedan en el sitio, como un pointer cuando localiza una presa o igual que los cernícalos cuando fijan su mirada, sostenidos por la vibración casi supersónica de sus alas (y eso que éstos únicamente se alimentan de néctar, no necesitan acechar).
Sin embargo estos van más allá. Son capaces de dar
quiebros en ángulos imposibles, como si te estuvieran cantando la mítica canción de Álex y Cristina (
"cuando crees que me ves..."). Tienen un potencial mayor que las libélulas en este aspecto, pese a que su cuerpo rechoncho en teoría es
menos aerodinámico. Y eso que únicamente cuentan con
dos alas funcionales, como todos los dípteros, ya que la siempre sabia naturaleza transformó sus alas posteriores en
halterios, que, como los giroscopios más sofisticados, ayudan al control de la dirección durante el vuelo.
Aquí más grande.