Como la verdad y la sabiduría rebosan en este post de Mike Johnston, de The Online Photographer, os lo hemos traducido:
Carta a George
Estimado Mr. Johnston,
Gracias por su respuesta en la que trata de ayudarme en mi compra de un equipo Nikon. Su recomendación me parece desmesurada y extremadamente extraña proviniendo de alguien que se denomina experto. Para empezar los 2.450 dólares que cuesta la D700 está muy lejos de mi presupuesto, que como le indiqué es de 400 dólares, y además me parece absolutamente desproporcionada para un aficionado que acaba de empezar. Y su sugerencia para que los objetivos que compre sean un 35mm f2 y un 85mm f1,8 es extraña. ¿Estos objetivos no tienen zoom, verdad? Todos mis amigos usan objetivos zoom y son el único tipo de lentes que venden en mi tienda local. Su carta me ha dejado perplejo.
Atentamente,
George
Estimado George,
Si, tienes toda la razón y te pido disculpas. Al igual que la mayoría de los aficionados me encuentro excesivamente influenciado por mis propios hábitos y preferencias, lo que me ha llevado a una recomendación de compra claramente idiosincrática. La sugerencia de que pegues el salto desde el primer momento a una inversión de 3.195 dólares es totalmente desmesurada (buena palabra).
Me gustaría enmendarme sugiriéndote un plan de acción de 25 pasos característicos y habituales. Mi experiencia en este campo me ha demostrado que esta secuencia generalmente es muy típica y creo que encontraras que estas nuevas recomendaciones recorren fielmente el proceso de inversión en equipo de la mayoría de los verdaderos aficionados a la fotografía.
Debo pedir disculpas de nuevo: en lo que viene a continuación he utilizado el modelo y precio de algunos equipos actuales, a pesar de que lo que voy a describir suele ser un proceso entre 3 a 5 años por que lo dichos modelos y precios variarán durante ese intervalo.
Y aunque he comentado que a grandes rasgos este proceso se compone de 25 pasos, bien podrías descubrir pasos adicionales.
Paso 1. Compra de una cámara compacta digital, básicamente porque es lo que la mayoría de los seres humanos hacen en cuanto se les ocurre que quieren una cámara de fotos. Ello precedido por aproximadamente cuatro meses de penoso y cada vez más frustrante estudio de los modelos disponibles, durante el cual desarrollaras tus habilidades para comprar pero no aprenderás nada sobre como hacer fotos. Al mismo tiempo durante ese tiempo tendrás que limitarte a hacer fotos con tu iPhone. Gradualmente vas cayendo en la cuenta de que nadie va a poder darte un consejo completamente satisfactorio sobre la adquisición de una compacta, por la sencilla razón de que hay aproximadamente 13.796 modelos en el mercado (nota: simple estimación), con docenas de ellas cayendo por el acantilado de la discontinuación al tiempo que se presentan docenas de novedades, haciendo que localizar “la mejor cámara” sea un objetivo esquivo incluso si fueses capaz de distinguir cual es. Finalmente pierdes la paciencia y compras el modelo que te recomienda el dependiente de tu tienda más cercana, a pesar de que en los más profundos recodos de tu casi-subconsciente sospechas que su elevada confianza podría estar motivada por el hecho de que recibe una comisión extra en la venta de ese modelo ya que tiene un margen de venta superior a todos los demás y porque su jefe le está presionando para que las despache. Con impuestos incluidos solo supera en 30 dólares el límite de tu presupuesto, que era de 400 dólares. Demasiado tarde caes en la cuenta de mirar en B&H Photo, donde encuentras ese mismo modelo, con una tarjeta de memoria gratis, por 236 dólares.
Paso 2. Eres completamente feliz con tu nueva compra… durante unos dos meses y medio. A partir de ahí lentamente vas descubriendo la desquiciante lentitud del disparo, la alarmante falta de luminosidad del objetivo en su posición de máximo tele, la miserable calidad a ISOS elevados, su fragilidad y lo peculiar de su manejo en general. No obstante sigues usando la compacta durante otros 1,8 años por la obstinada determinación de “aprovechar lo que te costó”, incluso a pesar de que la odias continuamente. Aún así la llevas siempre contigo y tomas muchas instantáneas, mientras disfrutas con la fotografía.
Paso 3. Después de que la cámara deje de funcionar, completamente, durante unas carísimas vacaciones – justo cuando más la necesitabas- compras una compacta de alta gama, la Canon G10 (420 dólares).
Paso 4. Tres semanas más tarde presentan la G11. La compras (470 dólares) y vendes la G10 perdiendo 150 dólares.
Paso 5. Te das cuenta que la G10 tiene más megapíxeles que la G11; vendes la G11 (palmando 120 dólares) y compras otra G10.
Paso 6. Lees en Internet sobre las diferencias entre los sensores pequeños y los grandes, decidiendo que no estás completamente feliz con la compacta de alta gama, porque sigue siendo una compacta al fin y al cabo, y ya has tenido más que suficiente trato con compactas. Vendes por segunda vez la G10 perdiendo 170 dólares esta vez y compras una DSLR de iniciación por 800 dólares que incluye un zoom en el kit. Otra vez, esa pequeña voz casi enterrada en tu subconsciente menciona fugazmente que en el objetivo del kit es donde el fabricante está escatimando para lograr un precio atractivo, a pesar de que es el objetivo el que va a determinar la calidad de las imágenes. Las fotos de la réflex son mucho mejores que las de tu fallecida compacta y estas seguro –casi- de que son mejores que las fotos de la G10/G11, la mayoría de la veces. Así que no será un objetivo tan malo.
Paso 7. Unos meses más tarde – como consecuencia de la feliz alineación de las siguientes circunstancias 1) la afortunada llegada de un dinero no esperado; 2) durante una reunión familiar el tío de tu mujer hace un comentario ridiculizando tu cámara “barata”, 3) una intensa sensación de vergüenza al tener que llevar tu cámara a un esporádico encargo fotográfico pagado durante el cual estas bastante convencido de haber visto al cliente mirando tu cámara con recelo; 4) docenas de horas visitando tiendas y 5) leer unas 340.000 palabras en Internet (de las cuales solo 1/12 parte resultaron ser de alguna utilidad) – compras una D90. Vendes tu réflex digital de iniciación por dos quintas partes de lo que pagaste por ella, pero mantienes el objetivo para la D90 (por cierto, a todo esto aun conservas tu cámara compacta. No funciona, le reparación costaría igual que comprar una cámara nueva y su valor en eBay es cercano a cero, pero por alguna razón – o mejor dicho, por alrededor de unas 400 extrañas razones – te encuentras físicamente incapaz de tirarla a la basura. Así que la tienes guardada en el armario). Nota: el armario del que hablamos aquí es un escasamente mencionado pero profundamente importante vector situado muy cerca del corazón que impulsa de la compra de equipo fotográfico.
Paso 8. Casi inmediatamente después de comprar la D90, comienzas a soñar con la D300s.
Paso 9. El aspecto del objetivo del kit colocado en la D90 queda como triste y comienzas a preguntarte si “estará sacando el máximo rendimiento al sensor”. Sucumbiendo a la “duda metafísica” y la inseguridad, compras un magnifico zoom estándar, luminoso, todoterreno, y de gama alta. 630 dólares.
Paso 10. Como la cámara con tu nuevo zoom – el cual adoras, por cierto- te resulta tan incómoda de llevar se te cae sin querer. Solo una vez. La cámara sobrevive, pero la pantalla LCD se agrieta y, aunque no estás 100% seguro, crees que algunos de los ajustes del menú electrónico se han vuelto un poco erráticos. Esas imperfecciones te reconcomen, solo una pizca, cada vez que usas la cámara.
Paso 11. Contratas un seguro para la cámara.
Paso 12. Siguiendo tu percepción de que ningún fotógrafo serio tiene únicamente un objetivo compras un segundo objetivo para “tener cubiertas todas las distancias focales” y “complementar” el objetivo estándar: otro magnifico zoom luminoso, todoterreno, y de gama alta, pero esta vez un teleobjetivo. 520 dólares.
Paso 13. Añades un macro; tu zoom no parece poder hacer aproximaciones demasiado bien. Otros 520 dólares.
Paso 14. Dedicas varias docenas de horas leyendo y releyendo análisis de objetivos hasta que te duelen los ojos para demostrarte a ti mismo que tu objetivo macro es lo más cercano a la perfección técnica a la que una lente puede llegar. ¡Es súper nítido! ¡Incluso en las esquinas! La pequeña voz interior que no calla menciona que a pesar de eso tus fotos macro siguen siendo una basura y que la cantidad de fotos macros colgadas en Internet se acerca al Número de Graham, y que la mayoría de ellas parecen… más o menos iguales.
Paso 15. Debido a que, por algo que no eres capaz de identificar claramente, no logras encontrar satisfactorios los resultados de tu tele zoom – no es tan bueno como con tu zoom estándar, no sabes porqué- vuelves a sumergirte en una prolongada incursión de análisis en Internet y visitas a tiendas y resurges de esa larga inmersión con la compra de un verdaderamente magnifico zoom 80-200 profesional y de apertura constante. 1.080 dólares. Regalas tu viejo zoom al hijo adolescente del tío de tu mujer el cual, tras adquirir de golpe consciencia de tu existencia, comienza a hacer unas fotos fantásticas con él.
Paso 16. Te inquieta el hecho de que cada vez dejas más a menudo la bolsa de la cámara en casa, ya que ahora tiene un tamaño y peso muy parecido a un bloque de hormigón.
Paso 17. ¡Por tu cumpleaños tu mujer te regala la D300s! ¡Bien! ¡Es el mejor regalo de cumpleaños de tu vida! Eso es amor, amor de verdad- por tu mujer, no por la cámara. Pero lo que sientes por la cámara se parece. 1.530 dólares. Venderías la D90, pero como está rota… lo mejor será repararla. Va a parar al armario.
Paso 18. La maldita jodida vocecilla comienza a murmurar, distante y casi imperceptiblemente, sobre el formato completo.
Paso 19. Llegas a la conclusión de que la fotografía macro no es tu estilo. En un débil e insignificante intento de aligerar la mochila el objetivo macro va a parar al armario junto al zoom que venía en el kit y a la compacta rota. Oye, siempre puedes sacarlo cuando lo necesites.
Paso 20. Ahora que tienes ese precioso zoom tele profesional de apertura constante tu viejo zoom estándar de gama media parece estar fuera de lugar. Así que compras un objetivo 17-55mm f/2,8 AF-S. Es realmente alucinante. Lo adoras completamente. 1.385 dólares. Vendes en Ebay el viejo zoom por 230 dólares después de gastos y envío.
Paso 21. Concluyes que estas completamente cubierto en lo que se refiere a equipo fotográfico. Totalmente cubierto. Para siempre. Nunca más volverás a necesitar más equipo. Jamás. Pero, por alguna razón, una persistente sensación de desilusión comienza a teñir tu afición por la fotografía. Durante un exquisito momento de revelación, que también te provoca un leve pánico existencial, te das cuenta de que echas de menos comprar. Te descubres recorriendo tiendas mirando cosas que sabes que no vas a comprar. De cuando en cuando revisas precios y lees análisis. Te descubres mostrando un inusual comportamiento mordaz en los foros que frecuentas. Durante uno de tus vagabundeos por Internet, en ese extraño páramo en el que comprar ya no tiene razón de ser, lees a un idiota decir lo divertido que es utilizar únicamente un pequeño objetivo de focal fija. Entonces, por puro impulso, te lanzas a por una copia del recién presentado 35mm f/1,8 (200 dólares). Con asombro ves que realmente es muy agradable – convierte a la gran D300 en una cámara sorprendentemente manejable, casi ligera. Teatrales metáforas sobre andar descalzo, melena al viento, Julie Andrews en los prados mientras que de su bocaza abierta hacia el cielo rezuman gloriosas canciones de misa. Te sientes… libre. Evidentemente no es la lente más excitante del mundo y, siendo honesto contigo mismo, es un pelín larga pero al menos ya no hace falta ir por ahí con una gran bolsa. Resulta fácil decidir cogerla de camino hacia la puerta. Para tu sorpresa vuelves a disfrutar, y mucho.
Paso 22. Cállate, vocecilla, cállate, cállate, cállate.
Paso 23. Con el relanzamiento de tu actividad fotográfica de golpe abrazas una religión: a partir de ahora solo vas a comprar lo mejor de lo mejor, para apartar los demonios. Con la boca torcida en una mueca decidida y un sentimiento de imparable determinación compras esa D700. Nunca te lo habías planteado, no existía ninguna intención seria mientras hacías todas esas investigaciones y leías todos esos análisis. El regocijo compite con el remordimiento mientras firmas el cheque. 2.450 dólares. La vocecilla refunfuña que tu presupuesto inicial para todo este asunto era de 400 dólares, pero la acallas: al D700 ahora parece barata en comparación con la D3s y la D3x. Tu mujer está algo enfadada y herida; solo ha pasado un año y cuatro meses desde que te regaló la D300 por tu cumpleaños. Sintiéndote culpable, explicas cuidadosamente que la D300 es una excelente cámara suplementaria y que aun la necesitas y que sigue siendo el mejor regalo que te han hecho en la vida, etc. Por supuesto esto tiene un pequeño inconveniente: como le has dicho que aun la necesitas como cámara de reserva ahora no puedes venderla para recuperar parte del coste de la D700, tal y como deberías. No ahora mismo, por lo menos. Evidentemente necesitas un objetivo y mantienes ese precioso zoom estándar. Como brillante y clarificador símbolo de tu responsabilidad financiera vendes en Ebay tu zoom macro. Recibes 380 dólares, de los que 35 dólares son para los gastos y comisiones. Ella dice, “Es tu afición. Quiero que tengas lo que tu quieras”. Después añade, “cariño” echándote una mirada como pensando si un íncubo podría haberse introducido en tu cuerpo y adueñado de tu alma.
Paso 24. Un pequeño problema con la D700: únicamente uno de tu objetivos – el enorme 80-200mm que, sin contar el macro y el zoom del kit, es el objetivo que menos has usado de todos los que tienes- sirve para esa cámara. Los demás son objetivos APS-C. Pero tu nivel de gasto ha estado descontrolado, tienes esa ligera sensación de vértigo de aquel que se ha volcado demasiado en algo, tu mujer se muestra sombría y preocupada cada vez que surge el asunto de la fotografía, has puesto cinta aislante negra sobre el “D700” de tu nueva cámara con la esperanza de que el tío de tu mujer no note el cambio y se burle de ti e incluso estás un poco preocupado sobre… bueno, no es sobre tu cordura exactamente – no estas tan mal- sino, digamos, que sobre tu antigua reputación de personal práctica y sensata. Así que, siguiendo la filosofía de “un solo objetivo” y unido a un cierto sentimiento de penitencia, compras en Ebay un modesto Nikkor AF 35mm f/2 usado por 250 dólares.
Paso 25. Aunque estas bastante feliz con el 35mm también haces retratos de bustos con el zoom 80-200mm y lo encuentras un…. bueno, desmesurado (¡perdón!). Así que te haces con un simple 85mm f/1,8 por 425 dólares. Tienes intención de reemplazar tu adorado zoom estándar APS-C por uno para formato completo, algún día; también juegas con la idea de otro macro, uno que funcione en formato completo; un zoom angular estaría bien; de vez en cuando piensas el tal o cual objetivo… pero, en realidad, las focales con las que sueles disparar casi siempre están en el rango de los habituales de un zoom estándar 35-85mm. Y las tuyas son luminosas. Y transportables. Y baratas. Además tus fotos, sin ser perfectas ni haber sido imbuidas por ninguna magia especial, empiezan a ser tan buenas como una foto puede llegar a ser y a estas alturas has aprendido, por fin, que lo que trata en fotografía es de aprender a disparar, llevar la cámara contigo, aprender a manejarla como si fuese una extensión de tu cuerpo, incrementando gradualmente la sofisticación de tu gusto mediante la observación de buenas fotos que te atraigan, aprendiendo a tener autocrítica y descubriendo tus propios pasiones visuales, sin importar el equipo que tienes.
Tiempo total transcurrido: entre 3 y 5 años. Durante ese tiempo no has disfrutado demasiado mientras hacías fotos (recuerda ese 1,8 años que pasaste con la compacta).
Situación final: D700 y dos objetivos fijos básicos. En el armario además, ese zoom demasiado pesado para llevar por ahí (junto con otros cachivaches).
Gasto total en equipo: 9.770 dólares. Por supuesto querías vender la D300s y el zoom estándar AF-S – algún día- pero asume que olvidarás su existencia y que remolonearas hasta que llegue el momento en el futuro en que, la cámara al menos, tengan un valor tan bajo que no valga la pena venderlos. Mientras tanto es tu… cuerpo de reserva. Cariño.
Una inversión de 3.195 dólares podría haber significado haber podido pasar esos 3-5 años completamente libre para concentrarte en hacer fotos. El gasto anual habría rondado entre 1.065 a 639 dólares a cambio de una afición muy gratificante y renovadora. Habría supuesto un ahorro de unas 400 horas de tiempo dedicado a ir de compras, 6.575 dólares y mucha angustia innecesaria sobre insignificancias.
De todas formas, George, vuelvo a pedir disculpas por recomendarte la D700 y dos objetivos fijos ahora que estás empezando. No tengo ninguna duda que querrás aprender tus propias lecciones y realizar progresos a través de una sucesión de equipo, como hacen la mayoría de los fotógrafos. En mi defensa solo puedo decir nada de esto tiene importancia, ya que nadie que me pide ayuda para comprar sigue nunca mi consejo (en serio). Pero como probablemente podrás deducir de lo relatado arriba mi recomendación inicial posiblemente no sea tan delirante como superficialmente podía parecer.
Pero… ¿400 dólares? Por favor. Nadie puede hacer nada con eso.
Cordialmente,
Mike
P.D.: si he logrado hacer los cálculos de este post correctamente habrá sido un milagro
En un post posterior el autor avisa que tanto esta carta como el propio George son ficticios; no obstante es evidente la sabiduría que contiene. En ese otro post incluye comentarios más prosaicos, pero igual de interesantes, sobre el proceso de aprendizaje y de adquisición de equipo, y concluye con tres consejos:
- Haz todo lo posible para adquirir un equipo que de guste. Que te guste de verdad.
- Hazle una promesa a ti mismo: establece un plazo temporal para limitar el tiempo y el dinero que vas a perder comprando sucesivas variaciones del mismo equipo. Las mejores experiencias que he tenido con cámaras nuevas han sido aquellas en la que invertí exactamente en lo que quería y me prometía a mi mismo a usarlo durante cierto período de tiempo. Me comprometí con la M6 durante un año y la acabé usando casi tres: con la OM-4T me comprometí tres años y la usé casi cinco. Ambas experiencias fueron fantásticas, muy enfocadas en hacer fotografía en lugar de en pensar en el equipo. Es divertido comprar, pero es crucial saber parar.
- Mientras poseas un equipo, no importa cual sea, sácale todo el jugo que puedas y disfrútalo.
ACTUALIZADO: desde Caborian queremos agradecer públicamente a Mike Johnston, el autor original, primero por habernos dado su permiso para hacer dicha traducción y también por haber colgado en su web una reseña sobre nuestra traducción. Por los comentarios de sus lectores hispanoparlantes parece que nuestro trabajo no ha salido mal parado.
Publicado por Chano Reus – Goldenblatt