Llevo todo el día dándole vueltas al tema para tratar de enfocarlo de la mejor manera posible, pero siempre se me hinchan las venas del cuello viendo la cantidad de tropelías y abusos que se producen a la hora de redactar las normas de muchos de los Concursos de Fotografía que se convocan actualmente.
Muy pocos son los que cuidan escrupulosamente los derechos de los fotógrafos (sean aficionados o profesionales) y muchos los que los pisotean.
Todos sabemos que el gran escaparate del mundo de la fotografía son los Concursos. Los hay de carácter local, humildes, donde las diferentes Agrupaciones fotográficas intentan que sus asociados puedan salir del estrecho circulo que forman. Con normas sencillas y eficaces y, por lo general, con premios tipo trofeo o, a lo sumo, con un regalo de carácter simbólico.El carácter económico pasa a un segundo lugar y la utilización de las fotografías no pasan de la publicación en un catálogo que se entrega a los concursantes.
Sin embargo, cuando queremos que el nivel de atracción sea mayor, irremediablemente el factor económico entra en acción y comienzan a aparecer unas normas que distan mucho de respetar los derechos de los fotógrafos. Incluida la famosa coletilla: «La presentación de obras al concurso o el envío de las mismas a las direcciones arriba indicadas implica la aceptación por parte del concursante de las presentes bases y en particular de la autorización de derechos de propiedad intelectual«.
Estaría de acuerdo si esas bases y esa autorización fuesen acorde con lo que las leyes demandan.
Y aquí es cuando coinciden dos necesidades. La del fotógrafo que viene atraido por unos premios en metálico muy jugosos (y un prestigio inherente a la importancia del premio) y las de las diferentes empresas y estamentos oficiales o privados que subvencionan estos concursos por diferentes razones, unas de tipo cultural y/o artística y, a veces, otras no tan confesables. De esas necesidades surgen los desmanes por parte de algún autor que intenta «sortear» las normas para llevarse el premio ( la verdad, en contadas ocasiones) y la de organizadores sin escrúpulos que utilizan unas normas draconianas.
Y para muestra un botón:
Empresa de publicaciones a nivel mundial asociada a empresa de confección de camisetas de gran renombre convocan un concurso de fotografía en el que darán un solo premio de una estancia de cinco noches para dos personas en Los Angeles más la cantidad de 3.000 € para gastos.
Visto así, el premio es jugoso y yo mismo me presentaría… pero empecemos a leer la letra pequeña…
«6.- Los concursantes, desde el momento en que deciden participar en el concurso mediante la presentación de una fotografía, autorizan a XXXXXX y XXXXXX para la reproducción, distribución y puesta a disposición del público de dichas fotografías en Internet, en páginas web, televisión por Internet y publicaciones impresas. La citada autorización tendrá una duración de 10 años y se concede para el ámbito mundial. En la publicación de las fotografías se indicará siempre el nombre del autor de las mismas.»
En fin, que quien va a hacer el viaje a los Angeles tenga que ceder todos sus derechos durante diez años, es discutible pero, por lo menos, se lo pasará de miedo en los USA. Pero que, todo el que presente su foto y no gane, también tenga que hacer esa cesión…, me parece bochornoso, vergonzoso, … y todo lo que queráis poner después. Es un atropello en toda regla que queda zanjado con el: «y si no estás de acuerdo, … ¡no te presentes!«.
¿Se puede rizar el rizo más? Pues sí…, si vamos a las normas de nuevo nos encontramos con: «El Jurado se reserva el derecho de declarar desiertos los premios que se establecen en el apartado siguiente, si los trabajos presentados no reuniesen a su criterio los méritos suficientes.»
La socorrida solución del premio desierto puede hacer que el negocio sea redondo ya que no se gasta nada en premios y se siguen teniendo «en uso exclusivo» las fotos de todos los concursantes para utilizarlas durante 10 años en todo el mundo mundial.
¿Alguien da más? Pues sí, hay muchos que hacen esto y mucho más, en la más absoluta impunidad.
Ayer estuve todo el día leyendo convocatorias y el panorama es triste y poco halagüeño. Como conclusión os diré que tenemos que ser mucho más estrictos a la hora de elegir un concurso para presentarnos. Tenemos que cuidar mucho más nuestros derechos de propiedad intelectual y desechar los concursos donde existan este tipo de prácticas abusivas.
Por Félix Olazabal Arozena (Félix)